TRASTORNO DE DÉFICIT DE ATENCIÓN E HIPERACTIVIDAD (TDAH)

¿QUÉ ES?

Las siglas TDAH se refieren al Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad.

 

El trastorno por déficit de atención e hiperactividad es uno de los trastornos del neurodesarrollo más frecuentes en la infancia y adolescencia, y uno de los más investigados.

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El neurodesarrollo, como su nombre indica, se refiere a la maduración y desarrollo del sistema nervioso (cerebro, médula, nervios y músculos). Cuando nacemos, nuestro cerebro no está totalmente desarrollado y necesita de una maduración posterior para que pueda realizar todas sus funciones. Así, a lo largo de la infancia hasta la edad adulta, el cerebro aumenta su tamaño y su peso, a la par que va adquiriendo nuevas habilidades y funciones que ya estaban genéticamente programadas y que se irán modelando a través del aprendizaje y de las experiencias vividas al interactuar con el entorno.

 

Cuando hay un trastorno del neurodesarrollo, el sistema nervioso tiene dificultad para realizar las habilidades que, por edad, la persona debería desarrollar. Así pues, los trastornos del neurodesarrollo son retrasos o alteraciones en el desarrollo de esas funciones y que van a afectar a la capacidad del cerebro para recibir, procesar y almacenar la información que recibe, tanto del exterior como del interior de nuestro organismo.

 

Los trastornos del neurodesarrollo no son una enfermedad en sí, pero pueden causar alteraciones en el desarrollo psicomotor, en el desarrollo del lenguaje, y en el aspecto sensorial (auditivo y visual), cognitivo, conductual, emocional, social y del aprendizaje. Las funciones alteradas siguen el curso normal del desarrollo esperado, pero más lentamente. El comportamiento de estos niños y niñas será el propio de otros niños sin el trastorno, pero como si tuvieran menor edad que la que tienen en realidad. En el caso del TDAH, los niños, niñas y adolescentes pueden presentar una diferencia de maduración de entre dos y cuatro años respecto a sus iguales sin el trastorno.

 

Por otra parte, los avances en Genética, las conclusiones de diversos estudios neuropsicológicos y neuroquímicos y las actuales técnicas de neuroimagen nos presentan al TDAH como un trastorno con una fuerte predisposición genética, es decir, que se hereda.      

 

Como vemos, en este trastorno, juegan un papel importante el potencial genético pero también los factores ambientales. Las características del entorno en el que convive la persona afectada pueden mitigar o agudizar sus síntomas.

 

¿CÓMO SE PRODUCE? CAUSAS Y SÍNTOMAS

Se desconoce cuál es exactamente la causa del TDAH. Existe suficiente evidencia científica de que el TDAH es una anomalía en el funcionamiento cerebral causada por la confluencia de factores genéticos-neurobiológicos y factores ambientales de riesgo en la misma persona. Esta combinación de factores puede desarrollar alteraciones anatómicas, funcionales y neuroquímicas en el sistema nervioso.

El TDAH es un trastorno crónico, sintomatológicamente evolutivo que, con frecuencia, perdura hasta la adolescencia y la edad adulta. Las personas con TDAH se caracterizan por manifestar síntomas de hiperactividad, impulsividad, inatención y alteraciones en sus funciones ejecutivas. Con el tiempo, la impulsividad y la inatención se mantienen hasta la adultez, con mayor o menor afectación, y la hiperactividad se vuelve subjetiva, convirtiéndose en una sensación de inquietud interna más o menos intensa. Además, el TDAH tiene una serie de alteraciones a nivel cognitivo, como se recoge en la Guía de Práctica clínica sobre el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad en niños y adolescentes:

“Los estudios neuropsicológicos y de neuroimagen funcional han demostrado que los niños y niñas con TDAH presentan una alteración cognitiva en distintos componentes de las funciones ejecutivas” (AACAP Willcut et al., citado en Guía de Práctica Clínica sobre el TDAH, 2010, p.52).

 

Las funciones ejecutivas son destrezas cognitivas fundamentales para el éxito escolar y la vida.

La Enciclopedia sobre el Desarrollo de la Primera infancia (en línea) recoge en su documento Funciones Ejecutivas (Tremblay RE, Boivin M, Peters RDeV, 2013) que las funciones ejecutivas son las habilidades cognitivas requeridas para controlar y regular nuestros pensamientos, emociones y acciones.

 

Las funciones ejecutivas, según este escrito, quedan divididas en tres categorías de habilidades:

  • Autocontrol, o habilidad de resistirse a hacer algo tentador con el fin de hacer lo correcto. Hace posible que actuemos de manera no impulsiva.
  • Memoria de trabajo, capacidad para mantener información presente en la mente donde puede ser manipulada. Esta habilidad es necesaria para realizar tareas tales como hacer cálculos mentales o la comprensión de lo que hablamos o leemos, por ejemplo.
  • Flexibilidad cognitiva. Es la capacidad que tiene nuestro cerebro para adaptar y reajustar nuestra conducta y nuestro pensamiento de manera flexible ante situaciones novedosas, cambiantes,  inesperadas o problemáticas, para poder ser acometidas con éxito.

 

Las funciones ejecutivas se relacionan anatómicamente con la corteza prefrontal y ambas se desarrollan a la vez. Así, paulatinamente, a lo largo de los años, veremos cómo los niños van siendo capaces de recordar por sí solos cuales son los objetivos importantes que previamente han decidido realizar, o de elegir cuál es el plan de acción más adecuado ante una tarea.

          

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Otros aspectos en los que interviene las funciones ejecutivas son la planificación con anticipación y ejecución de los objetivos, la toma de decisiones, la regulación de las conductas y su evaluación y supervisión, la inhibición de las emociones y de la motivación, la comprensión de las emociones propias y las de los otros, la adaptación a las normas sociales, la habilidad para prestar atención, y la concentración en unos objetivos ignorando otros irrelevantes, la inhibición de los comportamientos inapropiados desistiendo de hacer algo más agradable,  la capacidad de retener información en la mente mientras se trabaja mentalmente con ella o se actualiza (memoria de trabajo), el seguimiento de instrucciones o la capacidad de recordar reglas, la disposición para pasar de una tarea a otra de manera flexible, de realizar varias a la vez, o priorizarlas según su importancia o urgencia, entre otras.

 

En las funciones ejecutivas, la influencia del entorno es también muy importante. Por ejemplo, una relación padres-hijo con disciplina positiva va a ser más beneficiosa para el desarrollo de las funciones ejecutivas que una disciplina severa y se reflejará en el futuro funcionamiento social, emocional y académico del niño o niña.

Los niños con mejores destrezas de funciones ejecutivas asimilan más fácilmente la enseñanza. Las investigaciones resaltan la importancia  de las funciones ejecutivas para el éxito escolar. El bajo funcionamiento ejecutivo durante la niñez predice un pobre funcionamiento ejecutivo en la etapa adulta. Una función ejecutiva deficiente es indicador de la existencia de trastornos tales como TDAH, problemas de comportamiento o dificultades de aprendizaje. (Tremblay RE, Boivin M, Peters RDeV, 2013).

 

Los síntomas más evidentes:

Los síntomas más evidentes en el TDAH son la hiperactividad, la impulsividad y el déficit de atención.

 

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Características de la hiperactividad:

A nivel motor, presentan un movimiento excesivo sin ninguna finalidad. También, frecuentes movimientos de manos y pies (golpeteo con los dedos o el lápiz, juego con pequeños objetos, rascarse, etc.) y dificultad para permanecer en el asiento (cambio frecuente de postura, balanceo), levantándose con frecuencia y con cualquier excusa. Parece que llevan un motor dentro y tienen dificultades para jugar de manera calmada; son torpes, todo lo tocan y pueden sufrir accidentes con frecuencia. Su conducta es irresponsable e inmadura.

A nivel vocal, emiten ruidos con la boca y canturreos, exteriorizando su inquietud verbalmente. Hablan en exceso: no conversan, hacen monólogos sin escuchar comenzando por la mitad y pasando de un tema a otro. Si se les interrumpe no recuerdan lo que estaban diciendo.

Esta sintomatología hiperactiva hace que la atención de estos niños y niñas a las explicaciones de los profesores/as en el centro educativo no sea la adecuada. La relación con sus iguales también puede verse afectada ya que su conducta hiperactiva, su mala memoria y su inatención hacen que no siempre sigan las reglas en los juegos. Debido a sus características conductuales sufren rechazo y aislamiento por parte de sus iguales.

 

Características de la conducta impulsiva:

Dificultades para detenerse y pensar antes de actuar, lo que hace que no piensen en las consecuencias de sus actos;  interrumpen con frecuencia y son inoportunos en su precipitación al hablar, pudiendo contestar antes de oír la pregunta o de terminar de leer el enunciado; no planean lo que van a hacer; problemas para guardar el turno, impaciencia generalizada, dificultades para aplazar una gratificación inmediata y baja tolerancia a la frustración. Sus dificultades con la memoria –de trabajo- impiden que aprendan de sus errores o experiencias previas.

A nivel escolar, la lectura impulsiva e inatenta hace que recojan una información incompleta. En los exámenes responden precipitadamente, sin orden ni estructura, con datos irrelevantes, lo que erróneamente parece demostrar que no se lo han aprendido. El cansancio y la impulsividad impiden que contesten todo lo que saben, resultando mucho más difícil una evaluación justa de su aprendizaje.

 

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Características del comportamiento inatento:

Parecen no escuchar y estar inmersos en un estado de ensoñación; no prestan atención, desoyen lo que se está explicando en clase,  se distraen fácilmente, cometen errores por descuido y evitan las tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido. Tienen dificultad para completar las tareas: comienzan con gran un entusiasmo inicial pero con pobres resultados finales si es que logran terminar. La dificultad para organizarse interna y externamente es crónica. Los mayores impedimentos aparecen cuando tienen que realizar tareas repetitivas, aburridas y monótonas que requieren esfuerzo. Les falta organización, método y hábito de estudio. Presentan inseguridad, dependencia excesiva de los adultos y baja autoestima. Suelen carecer de autonomía, necesitando supervisión frecuente. 

Funcionan mejor en situaciones novedosas, atractivas y que conlleven una gratificación inmediata.

 

Otras características:

Inmadurez emocional, escasa autonomía, planificación y organización de las tareas insuficientes y pobre rendimiento académico que no se corresponde con el esfuerzo y el tiempo invertidos. Baja autoestima, desmotivación, respuestas emocionales inadecuadas y problemas en su relación con los demás. Frecuente fracaso escolar, aversión por la escuela y deserción académica.

 

Todas estas limitaciones se deben, en su mayor parte, no a una rebeldía y desmotivación voluntarias, sino a las características propias del trastorno.

 

En la Educación Secundaria se les supone ya personas adultas, con autonomía suficiente y capacidad plena de organización y responsabilidad. Conviene recordar que las personas con TDAH presentan un retraso madurativo de entre 2 y 4 años. Este periodo educativo implica un mayor número de profesores y profesoras y de asignaturas, los temarios son densos e implican unas habilidades organizativas de las que no siempre disponen. El alto nivel de esfuerzo invertido y los pobres resultados que pueden obtener, facilitan la aparición o incremento de la frustración, desmotivación y desánimo. Desde el aula, podemos evitar dicho deterior escolar y personal ajustando las exigencias educativas y el entorno a las posibilidades reales e individuales que tiene el alumnado con TDAH realizando adaptaciones metodológicas.

 

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No todos los niños presentan los mismos síntomas y se manifiestan de manera diferente según la edad.

 

Los síntomas descritos pueden encontrarse en cualquier persona sin TDAH. Estos síntomas se convierten en trastorno cuando no se ajustan a lo esperado en niños, niñas o adolescentes de la misma edad, desarrollo y coeficiente intelectual, y cuando su severidad afecta significativamente el desarrollo y calidad de vida del afectado/a en más de dos ámbitos. Lo preocupante en el déficit de atención e hiperactividad no son los síntomas en sí, sino la intensidad, la frecuencia con la que se presentan y la disfunción que ocasionan.

 

Son dificultades que, en apariencia, no revisten mayor gravedad pero que, a lo largo del día, producen un alto grado de desgaste e impiden una adecuada adaptación al entorno, produciendo una sensación en las y los pacientes de ineficacia, frustración, bajo rendimiento global, inseguridad en sus propias capacidades y baja autoestima. No obstante, puede haber casos en los que el TDAH se compense, si la persona tiene un alto coeficiente intelectual o si posee un carácter perfeccionista, por ejemplo, aunque siempre con un desgaste personal extremo.

Generalmente, los niños, niñas y adolescentes con TDAH no superan sus dificultades por sí solos, pero con un tratamiento multidisciplinar y transversal y el apoyo de los adultos podrá alcanzar su máximo potencial. La evolución de los síntomas interactúa con la modulación de los factores ambientales. En el pronóstico del TDAH, el tratamiento multidisciplinar es fundamental y un entorno favorable puede mitigar el trastorno, al tiempo que un ambiente adverso puede agudizarlo. Si las personas que conviven con las personas con TDAH son conocedoras del trastorno, si se mantiene un ambiente estructurado, con normas y límites definidos pero flexibles, con apoyo familiar y ajustes educativos, fomentando la buena autoestima y evitando las hiperexigencias y recriminaciones constantes, la evolución de los afectados/as por el TDAH será favorable.

 

Los síntomas característicos del TDAH producen limitaciones significativas en el ámbito personal, social, académico y laboral de las personas que lo desarrollan.

Estas personas tienen dificultades cuando la actividad requiere planificación, organización, memorización, gestión adecuada del tiempo, y una flexibilidad de pensamiento, convirtiéndose la tarea en un gran desafío.

El TDAH es un trastorno crónico y su evolución depende de las estrategias e instrumentos que les proporcionemos para que puedan afrontar la vida con éxito.

 

ETIOLOGÍA

No se han determinado las causas que originan el TDAH, aunque se postula que es el resultado de la interacción de diferentes factores de riesgo.

 

El TDAH es congénito, es decir, se nace con TDAH, aunque es más exacto decir que se nace con una predisposición genética a desarrollar un trastorno por déficit de atención e hiperactividad.

 

Los últimos estudios determinan la implicación de varios genes y cromosomas relacionados con neurotransmisores (dopamina y noradrenalina) en el origen del TDAH.

 

Por ser un trastorno fundamentalmente genético, es muy frecuente que, los niños, niñas y adolescentes tengan también un familiar directo afectado por el trastorno (padre, madre, abuelos o tíos). Según concluyen 20 estudios realizados en gemelos, el factor hereditario está presente en un 76% de los casos de TDAH (Faraone et al., 2005, citado en Grupo de trabajo de la Guía de Práctica Clínica sobre el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) en Niños y Adolescentes, 2010, p.25) y es el que más predisposición presenta para la existencia del trastorno.

 

Neuroanatomía:

Existe evidencia científica de que el origen del TDAH es una alteración del funcionamiento cerebral de las áreas de la corteza prefrontal y sus conexiones con los ganglios basales.

Los estudios de neuroimagen han puesto de manifiesto las diferencias encontradas en la anatomía cerebral de los pacientes con TDAH en cuanto a:

  • Alteración del lóbulo prefrontal y los circuitos frontoestriados.
  • Menor tamaño y asimetría de ciertas estructuras cerebrales.
  • Menor actividad eléctrica (funcionamiento cortical).
  • Menor riego sanguíneo.
  • Menor recaptación de glucosa.
  • Niveles insuficientes de neurotransmisores, en aquellas regiones cerebrales ricas en dopamina, entre ellas el lóbulo frontal, regiones relacionadas, a su vez, con las funciones ejecutivas.
  • Retraso de neurodesarrollo: corteza cerebral más fina, lo que supone un retraso madurativo de entre dos y cuatro años en los afectados/as que puede ser el causante de alteraciones cognitivas.

 

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Neuroquímica

En cuanto a las diferencias neuroquímicas, la eficacia de los fármacos y los hallazgos de neuroimagen confirman que las personas con TDAH tienen unos insuficientes niveles de ciertos neurotransmisores: sustancias químicas que permiten que las neuronas se comuniquen entre sí. En concreto, hablamos de la dopamina y la noradrenalina; también parece ser que la serotonina está implicada, aunque no hay aún estudios concluyentes. Estos niveles deficientes son causados por la producción irregular y su rápida recaptación en el espacio sináptico.

 

Causas neuropsicológicas:

Las investigaciones neuropsicológicas y de neuroimagen ponen de relieve que los y las pacientes con TDAH manifiestan una alteración cognitiva en las funciones ejecutivas que, según Barkley, son:

1. Control inhibitorio.

2. Memoria de trabajo.

3. Lenguaje interior autodirigido.

4. Control de las emociones y de la motivación.

5. Estado de alerta y reconstitución.

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Factores ambientales:

Se denominan factores ambientales a las causas neurobiológicas no genéticas.

Algunos casos con TDAH se deben a lesiones menores del cerebro durante el embarazo y en los primeros años de vida:

  • Prematuridad.
  • Bajo peso al nacer.
  • Consumo de tóxicos durante la gestación.
  • Exposición intrauterina al plomo.
  • Traumatismos craneoencefálicos en la primera infancia.

 

Causas no neurobiológicas:

No hay evidencia científica de que el TDAH esté causado por;

Una educación inadecuada de los afectados, bajo nivel socioeconómico, inestabilidad familiar, trastornos psiquiátricos en los padres, exceso de TV y videojuegos, consumo de aditivos alimentarios, etc. Evidentemente, muchos de estos factores influirán de manera negativa en el pronóstico del trastorno. Hablamos de factores de riesgo psicosocial que influirían en el control emocional y cognitivo del paciente.

 

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DIAGNÓSTICO

El diagnóstico es exclusivamente clínico y prescrito por un profesional médico, es decir, se dictamina a partir de la recogida de información de pacientes, de padres y madres y de educadores/as.

 

Para emitir un diagnóstico de TDAH es condición imprescindible la existencia de una repercusión funcional negativa en el desarrollo personal, familiar, escolar y/o social de la persona, más severa que la observada en otros niños/as de la misma edad, nivel de desarrollo e inteligencia. Además, los síntomas deben estar presentes en varios entornos (familia, amigos, escuela, etc.).

 

El diagnóstico debe ser realizado por un profesional clínico especializado (pediatra, neuropediatra, psiquiatra infantil, psicólogo clínico o neuropsicólogo), con experiencia en el diagnóstico y tratamiento del TDAH y su posible comorbilidad.

El especialista realizará un diagnóstico diferencial para descartar que la sintomatología no se debe a otras patologías o problemas farmacológicos, psicológicos, etc.

 

No existe un marcador biológico para diagnosticar el TDAH. El instrumento principal de evaluación que se utiliza para el diagnóstico consiste en la obtención de información proporcionada por pacientes, familiares y profesionales relacionados. Con este fin se utilizarán preguntas abiertas, preguntas específicas, entrevistas semiestructuradas, cuestionarios y escalas.

 

El uso de escalas de valoración de los síntomas y su intensidad son un complemento a la entrevista clínica.

 

La información obtenida debe incluir:

  • Los problemas actúales del niño/a, la naturaleza de los síntomas (frecuencia, duración, variación situacional de los síntomas), edad de inicio y grado de repercusión en los diferentes ambientes de la vida del niño/a.
  • La historia clínica del niño/a (embarazo, parto y período perinatal, el desarrollo psicomotor, los antecedentes patológicos y la historia de salud mental del paciente).
  • Una exploración física y psicopatológica del niño/a.
  • Los antecedentes familiares (puesto que hablamos de un trastorno genético) y el funcionamiento familiar.
  • Información sobre el rendimiento académico a lo largo de toda su historia escolar.
  • Se aconseja el estudio neuropsicológico cuando se sospeche la presencia de un trastorno específico de aprendizaje comórbido o sea importante valorar el perfil de funcionamiento cognitivo. Asimismo, una evaluación psicopedagógica permitirá valorar el estilo de aprendizaje y establecer los objetivos de la intervención reeducativa.
  • La realización de pruebas complementarias de laboratorio, de neuroimagen o neurofisiológicas no son necesarias para el diagnóstico de TDAH, a menos que sirvan para descartar otras patologías.

 

COMORBILIDADES

El TDAH no suele aparecer en estado puro, lo habitual es que esté acompañado de otros trastornos psiquiátricos y de aprendizaje.

Entre las comorbilidades más frecuentes encontramos:

  • Trastorno negativista desafiante, trastorno de conducta, trastorno disocial.
  • Tics y síndrome de Tourette, trastorno obsesivo compulsivo.
  • Trastorno de ansiedad, depresión y otros trastornos afectivos.
  • Trastorno del espectro autista, de Asperger y trastorno generalizado del desarrollo.
  • Trastornos del aprendizaje: dislexia, discalculia, disgrafía, etc.

 

En las niñas es más frecuente los trastornos de ansiedad, depresión y los trastornos alimenticios, mientras que en los niños es más común el trastorno negativista desafiante o el disocial.

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Como consecuencia de sus limitaciones, pueden manifestar otra sintomatología secundaria, que se produce con frecuencia si no hay un tratamiento multidisciplinar adecuado:

  • Problemas de tipo emocional: inmadurez, labilidad emocional, llanto fácil, inseguridad, baja autoestima y baja tolerancia a la frustración, etc.
  • Problemas de rendimiento escolar: fracaso escolar, expulsiones, sanciones escolares, partes de conducta, etc.
  • Problemas en el mundo laboral: menor rendimiento y en consecuencia un bajo estatus socioeconómico, despidos frecuentes y numerosos cambios de trabajo.
  • Problemas sociales en las relaciones con los iguales: comportamiento agresivo, rechazo y aislamiento, con sus familiares y otros adultos, desobediencia, dificultad para seguir normas y adquirir hábitos, irritabilidad, etc.
  • Propensión a sufrir accidentes: debido a su impulsividad e inatención, sin tratamiento adecuado, no es difícil que transgredan normas, mayor probabilidad de embarazos no deseados, transgresión de normas y problemas con la ley, consumo de sustancias nocivas.

 

 

TRATAMIENTO MULTIDISCIPLINAR

El tratamiento ha de ser multidisciplinar, esto es, debe comprender terapia psicológica cognitivo-conductual, farmacológica (siempre que el facultativo lo considere recomendable) psicopedagógica, y psicosocial (en casos de adversidad socioeconómica). Ninguno de estos tratamientos es único ni exclusivo, ni puede ni debe sustituir a los demás. Este tratamiento conjunto debe contar con la colaboración y comunicación continua de familias, ámbito educativo, ámbito sanitario y otras instituciones pertinentes.

El abordaje multimodal se realizará de manera individualizada, es decir, con una intervención del alumno/a que incluya los aspectos conductuales, cognitivos, emocionales y los familiares, académicos, sociales, considerando las características y circunstancias que rodean al menor y a su familia.

El diagnóstico temprano y posterior tratamiento en el inicio de la escolarización es fundamental. Este diagnóstico será imprescindible para el correcto aprendizaje social que ayudará al aprendizaje académico posterior: el aprendizaje de aprender. El diagnóstico precoz impide la pérdida de los primeros años de aprendizaje.

 

Tratamiento psicológico:

Este tratamiento cursa en dos vías: terapia conductual y terapia cognitiva.

La terapia conductual emplearía las siguientes técnicas de modificación de conducta:

  1. Incrementar las conductas adecuadas: el refuerzo positivo (alabanza, atención positiva, recompensas y privilegios) y el refuerzo negativo (retirar un estímulo no deseado ante el logro de la conducta deseada).
  2. Reducir las conductas no deseadas: tiempo fuera o aislamiento, extinción, coste de respuesta, castigos, etc.
  3.  Técnicas combinadas: economía de fichas, contrato de contingencias, etc.

 

La terapia cognitiva trabajaría sobre ideas, actitudes y creencias de los progenitores y del paciente.

  1. Trabajo con el paciente: enseñar autoinstrucciones, técnicas de entrenamiento en autocontrol, resolución de problemas, técnicas de relajación, extinción de conductas inadecuadas, fomento de conductas adaptativas, inteligencia emocional y entrenamiento en habilidades sociales. En el caso de las niñas, es conveniente incidir en el empoderamiento y la asertividad.
  2. Entrenamiento para padres: información sobre el trastorno, entrenamiento en técnicas de modificación de conducta, consenso en las directrices educativas, etc.

 

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Tratamiento farmacológico:

Antes de los siete años y cuando los síntomas son leves, se recomienda que el primer tratamiento sea terapia conductual para los pacientes y entrenamiento a padres y madres, en lugar de fármacos. Cuando esto no funciona o en los casos más severos, es cuando se considera la medicación, siempre prescrita y con seguimiento del especialista clínico.

El tratamiento debe estar supervisado por un profesional médico, preferentemente neurólogo o psiquiatra y administrado de forma responsable por los y las responsables del cuidado niño o de la niña.

 

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Siempre dependiendo del paciente, la tendencia de los profesionales clínicos se decanta por los tratamientos multimodales, en los que se suelen conjugar simultáneamente los medicamentos con las terapias que modulan el comportamiento, logrando una mejor evolución que aquellas en las que sólo se medica. Una buena organización del tiempo familiar, un ritmo ordenado de comidas y sueño, las rutinas para el trabajo en la escuela y fuera de ellas, una buena distribución del tiempo de ocio (evitar castigar a un niño hiperactivo sin recreo es un buen ejemplo de ello) ayuda mucho a una buena medicación bien administrada.

 

Entender que la medicación permite fijar la atención y reducir la hiperactividad, tanto física como mental, es fundamental, pero entender que los fármacos son una ayuda y no la solución, es todavía más importante. Los medicamentos logran que sus sinapsis neuronales funcionen mejor, pero ni educan, ni curan, ni cambian su funcionamiento cerebral.

 

Tratamiento psicopedagógico:

El tratamiento psicopedagógico es uno de los fundamentos prioritarios del tratamiento general de los pacientes con TDAH.

Es importante la información y formación de los y las docentes sobre el TDAH, por lo que "es recomendable que los docentes reciban cursos que les capaciten para la detección de señales de alerta del TDAH y para el manejo del TDAH en niños y adolescentes en la escuela". (Guía de Práctica Clínica sobre el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) en Niños y Adolescentes, 2010, p. 102).

El trabajo con los pacientes que padecen TDAH en los centros escolares debe incluir adaptaciones en las aulas, técnicas de modificación de conducta y diferentes estrategias en el aula (manejo de la agenda, entrenamiento en el cumplimiento de normas y establecimiento de límites, presentación del trabajo, adaptación de los sistemas de evaluación del alumnado con TDAH). En ocasiones, además se exige un trabajo psicopedagógico individual (comprensión y velocidad lectora, cálculo numérico, habilidades cognitivas, etc.).

Finalmente, insistiremos en la importancia de la implicación de toda la comunidad educativa para la eficacia de todas estas medidas.

No son niños, niñas y adolescentes problemáticos. Son personas que tienen un trastorno.

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REFERENCIAS:

GRUPO DE TRABAJO DE LA GUÍA DE PRÁCTICA CLÍNICA SOBRE EL TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN CON HIPERACTIVIDAD (TDAH) EN NIÑOS Y ADOLESCENTES. (2010). Guía de Práctica Clínica sobre el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) en Niños y Adolescente. Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad. Documento electrónico extraído el 30 de marzo de 2012, disponible en: 

https://portal.guiasalud.es/wp-content/uploads/2018/12/GPC_574_TDAH_IACS_compl.pdf

Tremblay RE, Boivin M, Peters RDeV, eds. Morton JB, ed. tema. Enciclopedia sobre el Desarrollo de la Primera Infancia. Documento electrónico extraído el 21/11/2017, desde http://www.enciclopedia-infantes.com/sites/default/files/dossiers-complets/es/funciones-ejecutivas.pdf. Actualizado: Enero, 2013

 

Autores:

Federación Castellano-Manchega de Asociaciones de Familias y Afectados de Trastorno por déficit de Atención con o sin Hiperactividad (FACAM TDAH)